Las personas se casan para pasárselo bien. Siempre lo he dicho. Y en todas las bodas en las que he tomado parte me reafirmo. Desde la peluquería hasta el baile, en casa vistiéndose con la familia, en la ceremonia o en la entrega del ramo… Cada momento de ese día es una oportunidad única para disfrutar con nuestra gente de una manera muy especial. Por eso, cuando una pareja contrata un vídeo de su boda espera que todos esos momentos sean capturados tal cual ocurren, con los nervios propios del momento…
pero también con la sonrisa natural que les acompaña durante todo el día. Y las miradas… esas miradas de complicidad que dicen tanto. Mi estilo busca respetar ese momento, encontrar esa naturalidad, capturar cada gesto, sin apenas posados. Para ello, me gusta indagar, hablar con los invitados, la familia… y así poder hacer reportajes muy personales.
Capturo el momento para que el recuerdo dure para siempre.
Los pequeños detalles también pueden ser protagonistas. En un día en el que todo pasa en un abrir y cerrar de ojos, la magia está en capturar pequeños instantes para convertirlos en grandes momentos.
«Si sabes esperar la gente se olvidará de tu cámara, y entonces su alma saldrá a la luz»